Una banda de atolondrados


EL CRISOL    –    Pascual Mogica Costa

     

    “Tenemos ministro de Cultura y Educación para rato, salvo que Rajoy lo eche de un puntapié está claro que Wert no se va a marchar por propia voluntad”.

    Esto es para salir corriendo. Cuando uno lee en la prensa noticias tales como la que ha surgido recientemente en el sentido de que los funcionarios a los cuales se les ha quitado la paga extra de Navidad pero sin embargo cotizarán por esta paga como si la hubieran cobrado, aunque pueda parecer algo anecdótico o irreal no lo es en absoluto, es algo muy serio que pone de manifiesto que este país está gobernado por un grupo de atolondrados, entiéndase presidente del Gobierno y los ministros, y que poco podemos esperar los españoles de ellos.

     Resulta que toman la decisión de no pagar la extra de Navidad a los funcionarios y no se percatan de que hay una Ley de Clases Pasivas que obliga a los funcionarios a cotizar por catorce pagas al año. Ahora que un sindicato ha denunciado este hecho y que además exige, con toda la razón, que a los funcionarios se les pague media paga extra ya que el decreto que amparaba la decisión de este grupo de atolondrados fue firmado el 15 de julio, desde el Gobierno ven bastante difícil que se pueda soslayar lo que esa Ley de Clases Pasivas dice con respecto a la cotización de las catorce pagas. Según lo veo yo, y no creo ir desencaminado, cuesta bien poco rectificar basándose en la realidad de los hechos que no son otros que el error, el olvido, o la ignorancia de las leyes que pueda afectar al Gobierno. ¿Cómo es posible que obliguen a alguien a cotizar por un dinero que no ha cobrado? Esto ya es el colmo de los despropósitos de esta banda a atolondrados.  Así van las cosas en este país, y encima hay que aguantar la letanía del PP de que en Galicia ha ganado la derecha por el buen hacer de Rajoy y su banda. Sobre esto no quiero entrar en comentarios, solo decir que a pesar de haber ganado el PP gallego ha perdido cien mil votos y que ha salido enormemente favorecido por la abstención. Por eso y por la débil oposición con que cuenta. Que todo hay que decirlo.

    Espero que ningún componente de este grupo de atolondrados se sienta molesto por este calificativo, no lo digo en sentido peyorativo, sino desde el punto de vista y de opinión de cómo veo yo a este Gobierno. Es una manera como otra cualquiera de protestar por el mal hacer y la incompetencia de este grupo y si tenemos en cuenta lo dicho por José Ignacio Wert, de que “si uno no es capaz de acostumbrarse a las protestas, no vale para un cargo público” no hay ningún mal trato a la imagen del Gobierno, ellos, Rajoy y su grupo,  ya se encargan de maltratarla. Estas palabras me hacen temer que aquí tenemos ministro de Cultura y Educación para rato, salvo que Rajoy lo eche de un puntapié está claro que Wert no se va a marchar por propia voluntad. Este Wert no valora el que las protestas no con precisamente una señal de que se esté refrendando positivamente la labor de un cargo público, en absoluto, todo lo contrario. Si un ministro se acostumbra a los abucheos y a las protestas mala cosa, eso denota pasotismo, prepotencia y una falta de respeto a la ciudadanía. En definitiva, que se lo pasa por el arco de triunfo. Por cierto, ¿alguien sabe que pecado han cometido don Felipe y doña Letizia, para ir a muchos actos acompañados por Wert y tener que soportar los abucheos que el público le dedica al ministro en cada acto público en que este comparece? Aunque hay que reconocer que de una cosa si puede presumir Wert: de ser el ministro más abucheado de todos los tiempos. Y en solo diez meses. Todo un record.

Almunia: “No és honest dir de manera taxativa” que una Catalunya independent quedaria fora de la UE


Publicat a l’ara.cat

El vicepresident de la Comissió Europea diu que el Regne Unit ha donat una “lliçó de democràcia” a l’estat espanyol en l’acord pel referèndum d’Escòcia

El vicepresident de la CE i comissari de Competència, Joaquín Almunia, en una imatge d'arxiu / ACN

El vicepresident de la Comissió Europea, Joaquín Almunia, considera que el Regne Unit ha donat “una lliçó de democràcia” a l’estat espanyol amb l’acord que David Cameron i Alex Salmond van signar per pactar el referèndum d’Escòcia. En el marc del cicle de ‘Diàlegs’ organitzats per la Fundació Ernest Lluch aquest dilluns al vespre, l’eurocomissari socialista va dir també que “no és honest” dir de manera “taxativa” que Catalunya quedaria fora de la UE si assolís la independència i va recordar que “ciutadans europeus ho som tots, i un cop ets ciutadà europeu tens uns drets com a ciutadà”.

L’eurodiputat va assenyalar que “la qüestió no és de blanc o negre” i té molts matisos. “No es pot donar la resposta taxativa de dir que si algú se segrega es queda fora i no sabrem res més d’ell pels segles dels segles, no és així”, va subratllar Almunia, que va recordar, a més, que formar part de la UE suposa una sèrie de drets que no es podrien perdre tan fàcilment.

Ara bé, el vicepresident de l’executiu comunitari creu que, si la secessió no es fa sobre un “acord” basat en el “diàleg” entre les dues parts, seria “lògic” que l’estat espanyol “digués: ‘Miri, jo segueixo sent l’estat membre de la Unió Europea; la resta, a esperar'”. Almunia va recordar que, en cas que Catalunya acabés sortint de la UE en una primera fase, la seva adhesió en segona fase requeriria la “unanimitat dels membres”. “És una qüestió extremadament difícil amb un risc terrible”, va afegir.

Almunia va fer aquestes declaracions com a resposta a una pregunta del periodista Joaquín Estefanía, que moderava l’acte. El vicepresident comunitari va exposar: “Quan es llança un debat com el que hi ha a Catalunya, a Flandes o Escòcia, s’ha de fer amb tots els elements sobre la taula, no es pot deixar res sota la taula. En aquest sentit, com tantes altres vegades, els britànics ens han donat una lliçó de democràcia. La situació és diferent, perquè no tenen una Constitució com la nostra, però han arribat a un acord i s’ha vist a Cameron i Salmond donant-se la mà i pactant la pregunta, i és una pregunta inequívoca”.

Catalunya, ¿revolución tranquila?


Publicat a LVD

Revolución no implica violencia: la revolución nacional de Catalunya será pacífica o no será

Artículos | 15/09/2012 – 00:00h

Manuel Castells MANUEL CASTELLS

La palabra revolución, estrictamente hablando, se refiere a la transformación de las relaciones de poder en una sociedad, puesto que las instituciones que las expresan son matriz de la vida de la gente. Y el poder se expresa en el Estado. Por eso proclamar la independencia de Catalunya sería una revolución: el actual Estado español dejaría de existir y un nuevo Estado europeo vería la luz, tal y como hicieron recientemente los estados balcánicos o exsoviéticos o Eslovaquia y según aspiran Flandes y Escocia. Revolución no implica violencia. Existen ejemplos históricos de divorcios nacionales amigables, Suecia y Noruega sin ir más lejos. En realidad en el contexto español-catalán la violencia a gran escala es impensable y socavaría la legitimidad social del proceso de secesión. Que se lo pregunten a los vascos, que sólo tras el fin previsible de ETA se pueden plantear la plena soberanía. Por tanto, la revolución nacional en Catalunya será tranquila o no será. Es decir, aun con momentos dramáticos, debería poder circular por cauces institucionales autónomos del Estado central, apoyados eventualmente en procesos de desobediencia civil. Ese es el horizonte vislumbrado por más de un millón de catalanes manifestándose tras la pancarta menos ambigua de la historia anunciando un nuevo Estado independiente en Europa. Para darse cuenta de la profundidad de esta tranquila determinación había que estar en esa manifestación y recorrerla de cabo a rabo durante horas. Estoy seguro de que muchos ciudadanos españoles hubieran cambiado su percepción (tal vez no su convicción) de haber estado allí.

La fiesta multicolor y familiar, con tres generaciones de una familia abrazándose y riendo, las jovencitas pintadas de independencia, los cánticos, los acentos y fanfarrias de pueblos y comarcas, los castellers infantiles, los jocosos gracejos, el mar de estelades ondeando al viento, y esa firmeza alegre en que la rauxa dejaba paso a la calma convicción de que ya se había llegado. De que Catalunya sería independiente, de que no habría más pseudonegociaciones, decepciones, engaños, vueltas atrás. Nadie sabía cómo ni por qué, pero no se dudaba de la independencia, sobre todo entre esa juventud crecida en el espacio de autonomía educativa, lingüística y cultural que conquistaron sus mayores. “La independencia es la solución”, proclamaban sus pancartas al ardiente cielo de verano. Nadie se preguntaba por el pacto fiscal o por los mecanismos constitucionales o por la prima de riesgo. La mágica palabra resolvía todo, porque una vez en su casa, como dueños de su vivencia colectiva, ya la pondrían en orden. “Ilusos irresponsables”, dirían sus realistas críticos desesperados en la crisis de nunca acabar. Pero en sus ojos y en sus risas había esperanza, una esperanza que mueve y conmueve, una esperanza que falta en sociedades europeas atenazadas por el miedo y asqueadas por sus representantes. Porque las revoluciones son ante todo emocionales y en la naciente revolución catalana la emoción corre a raudales, convenientemente templada por el seny.

¿Por qué ahora? Las revoluciones suelen resultar de la concatenación de varios factores. Una crisis económica profunda que deja a mucha gente, y en particular a los jóvenes, sin medios de vida. La rapacidad de los amos del dinero. La desconfianza en las instituciones políticas y el rechazo a quienes las ocupan. El escepticismo sobre promesas nunca cumplidas. Y sobre todo la humillación personal y colectiva por parte de los mandamases. Algarabía será la palabra hiriente que quedará en el epitafio de un político que no quiso o no pudo ni escuchar ni entender. Desprecio de lo que uno es, con el añadido de que nada cambiará por mucho que griten, si es necesario con el artículo 8 de la Constitución en la mano. Todos esos ingredientes del brebaje inductor de revoluciones están presentes en la Catalunya de hoy. Y se expresaron con fuerza creciente en las últimas tres décadas y con mayor intensidad en los últimos tres años. El dato más citado, el porcentaje de catalanes encuestados que votarían sí en un eventual referéndum por la independencia de Catalunya era el 36% en marzo del 2001, el 42,9% en junio del 2011, el 44,6% en febrero del 2012, y supero la mayoría, con un 51,1% en julio del 2012. Claro está que cuesta mucho menos contestar a una encuesta que decidir su vida y la de sus hijos con un voto. Pero lo importante es la tendencia. Y ahí es donde la confluencia de crisis económica, crisis de legitimidad política y humillación de la propia identidad conducen al mayor sentimiento independentista de la historia contemporánea de Catalunya. Cierto es que con una mayoría exigua no es viable proclamar la independencia. Pero ya se encargarán los políticos españolistas, jaleados por la caverna mediática, de engrosar rápidamente la legión de los humillados y la intensidad de la rauxa. Y la experiencia histórica dice que cuando la amplia mayoría de un pueblo piensa contradictoriamente a la Constitución, es esta la que cambia, a menos que se imponga una dictadura, lo cual es socialmente inviable.

El “¿ahora qué?” parece claro, aunque sus ritmos y procesos son imprevisibles. Si el Gobierno y el PSOE siguen diciendo no al pacto fiscal, Mas, que está ejerciendo de líder tranquilo y firme de la llamada transición nacional, convocará elecciones que consagrarán la desaparición de un PSC que ya no tiene C y dejará al PP atrincherado en un reducto españolista con horizonte de extinción generacional. Un Parlament mayoritariamente soberanista convocaría un referéndum con garantías, aun al margen de la ley española. Y si la negociación con España fracasa, habría desobediencia civil e institucional, empezando por la tributación voluntaria a una agencia catalana. ¿Europa? Puede reflexionar la UE. Y tampoco les va tan mal a Suiza, Noruega o Islandia, enlazadas a la UE por múltiples acuerdos.

Lo impensable es posible. La independencia, partiendo de un sentimiento ampliamente mayoritario el día que exista, es posible, pese a los constitucionalistas tertulianos. A menos que haya una negociación inmediata, seria y constructiva que empiece por un pacto fiscal justo con Catalunya manteniendo la solidaridad con España.