Publicado el 15 octubre 2012 por Juan Ramón Rallo (Vozpópuli)
La izquierda radical se halla contra la espada y la pared en el asunto de la deuda pública. Por un lado, el expansivo apalancamiento del Estado hace que los intereses de la deuda ocupen un porcentaje cada vez mayor de los presupuestos; en Grecia, por ejemplo, copan el 17% de toda la recaudación tributaria (en España estamos en torno al 10%). En tales casos, a la izquierda le sale la vena más antiusuraria y lo que le pide el cuerpo es tirar por la calle de en medio: dejar, sin más, de pagar la deuda y que les den a los acreedores. A su juicio, no hay ningún motivo válido para que un Estado tenga que sucumbir ante la losa de quienes le prestaron en el pasado el dinero que necesitaba para seguir gastando: se impaga la deuda y problema finiquitado.
El dilema financiero de la izquierda
Dejemos de lado el valor de la palabra dada o el incómodo hecho de que los acreedores defraudados suelen ser, en última instancia, personas que han ahorrado toda su vida para contar con un patrimonio durante su jubilación (como sucede con quienes compraron, engañados, participaciones preferentes y como se repetiría en caso de que ese activo ultraseguro que se supone que es la deuda pública fuera impagado). Ni una cosa ni la otra parecen tener demasiada importancia para la izquierda radical cuyo único propósito es engordar –y mantener engordado– a un insaciable sector público y a todas sus redes parasitario-clientelares. Mas si lo anterior carece de importancia para los estatistas –recordemos: sólo apuntalar el hiperEstado es relevante–, existe otro factor que inexorablemente sí se han de tener en cuenta: en tanto en cuanto nuestros Estados siguen presentando un desequilibrio colosal entre ingresos y gastos (gastamos en torno a un 30% más de lo que ingresamos) y en tanto ese colosal déficit público sólo puede mantenerse si alguien nos presta su dinero, resulta que no queda muy coherente defender al mismo tiempo que hay que impagar la deuda acumulada hasta la fecha y que es menester emitir nueva deuda para sufragar el déficit. Continua llegint “El camelo de la deuda odiosa”