Si el PP fuese un objeto, andaría ahora mismo roto en mil pedazos de tanto contraerse y estirarse como un chicle hacia el centro, dependiendo de la etapa de legislatura en la que nos encontremos. Lo de la formación conservadora es tan escandaloso que merecería el sobrenombre de el partido plastilina.
El empeño en centrarse a cuatro días de las elecciones contrasta con la estrategia desbocada que ha mantenido durante esta legislatura, arramblando contra el Estatut, recusando magistrados progresistas, bloqueando la renovación de instituciones, malmetiendo con el terrorismo y el proceso del 11M y sus teorías, si ya sabía que eso es lo que la ciudadanía espera, ¿porqué malgastar tres años de legislatura insistiendo en otras cosas?.
El sector “moderado” parece haber tomado las riendas del partido incorporando a personajes como Gallardón y apartando de su epicentro decisor a Zaplanas, Acebes, Orejas y Astarloas, pero comentiendo también el imperdonable error de no incorporar a Rato en su equipo económico quizás temiendo el eclipse de su líder, Mariano Rajoy. Como el mal estudiante se afana por aprobar deprisa y corriendo mientras ha estado enredando durante todo este tiempo.
También se ha renegado de las teorías conspiratorias, de la AVT (Alcaraz, Roma no paga a los traidores), de la bulla permanente con ETA en el epicentro. El reciente tirón de orejas del TC sobre el uso del recursamiento del que ha hecho abuso el PP situándolo en prácticas fuera del espíritu constitucional, quizás ha contribuido a ello.