Estos días se habla profusamente del catalán cabreado – “el català emprenyat” – y se habla con razón dado que el catalán tiene motivos suficientes y sobrados para el cabreo. Si lo sabré yo que soy el paradigma, el ejemplo, el arquetipo y el prototipo del mismo!
Hoy quiero, sin embargo, quiero hablar del ciudadano cabreado. Motivos no le faltan al ciudadano normal, no solo catalán, sinó también al ciudadano español, europeo, o, en general, a cualquier habitante del globo terráqueo – para estar cabreado.
En el mundo no mandan los gobiernos sinó las multinacionales. el mundo es una agregación de plutocracias gobernadas por las élites mundiales del dinero que sin la mayor vergüenza explotan de manera abusiva los recursos naturales lejos de cualquier racionalidad. Este conjunto de bandidos viven en muchos casos del negocio de armas, de las drogas y de la prostitución. Grandes bancos, entre los cuales se hallan el Banco de Bilbao, el Banco de Santander, otros más pequeños como el Banco de Sabadell y algunas cajas, poseen o financian negocios de armamento.
Las democracias occidentales, entre ellas España, tienen negocios fabulosos de armamento. Y no solo se limitan a armamento convencional, que, en algunos casos, todavía podría tener una cierta justificación, sinó a armas de una perversidad sin límites, armas diseñadas para causar el mayor daño posible. Entre ellas algunas fabricadas por España en España, por ejemplo las minas antipersona, diseñadas especialmente para no producir la muerte sino para causar lesiones graves. De esta manera, el “enemigo” al que van destinadas – un pobre diablo que ha sido secuestrado por algún poder más o menos legitimado, y al que se le ha entregado un arma para matar a su hermano, eso si, justificando el hecho macabro con palabras tan grandielocuentes como falsas – al que van destinadas produce una serie de notorias incomodidades al bando contrario.
También se fabrican en España las criminales bombas racimo o de fragmentación, que, debido a su gran peligrosidad están prohihidas por la comunidad internacional, en un vano intento para humanizar la guerra, un propósito ciertamente, dificilmente comprensible. Las fracciones que no explotan quedan a veces enterradas y hacen las veces de minas antipersonas, produciendo lesiones graves a los destinatarios de esta tétrica lotería.
Algunos de los estados más ejemplares en la organización política – como por ejemplo Suecia – son, a pesar de su pequeñez geográfica, importantes fabricantes y traficantes de armas de todo tipo. La mayoría de países, incluido el Estado Español, notienen ningún reparo en vender armas a los países con conflictos sangrientos como algunos países africanos que consumen una parte enerme de sus escasos recursos en pelear entre ellos.
Muchos de los habitantes de los paises desarrollados emplean una gran parte de los sobrados recursos que tienen en engordar como cerdos, mientras la hambruna y la miseria se adueñan de una gran parte de la humanidad que malvive en los países pobres. Una parte de los recursos se emplean también en drogas nocivas una de las cuales, el tabaco, causa millones de muertos al año en todo el mundo. Y mientras las compañías tabaqueras investigan aditivos que faciliten la adicción, todavía existen gentes que protestan contra las leyes antitabaco en defensa de una mal entendida libertad.
Los grands dignatarios, presidentes y jefes de gobierno, en sus visitas a otros países son recibidos con todos los honores por las formaciones de hombres armados, a falta de un medio más honroso de mostrar su deferencia. Ninguno de los homenajados por estas formaciones de matarifes armados ha tenido hasta ahora la valentía de mostrar su desacuerdo con ello! Estados que destinan cantidades astronómicas en presupuestos militares, tienen todavía la desvergüenza de condenar el terrorismo, cuando ellos, en muchos casos son mucho peores que e más desalmado terrorista. La guerra y los ejércitos son terroristas y los terroristas son, en definitiva los que practican la guerra de los pobres, mucho menor en producir males que la guerra organizada de los grandes ejércitos. Para verlo es muy fácil. Basta comparar las desastrosas consecuencias del atentado del 11S con las todavía más dsastrosas secuelas de la guerra de Irak.
Existe todavía otro terror mayor: el subdesarrollo con todas sus consecuencias, la muerte de seres humanos de enfermedades curables por falta de recursos, estos recursos que el primer mundo malgasta en drogas, vicios, comida excesiva que produce obesidad y otro cúmulo de enfermedades. Se da el contrasentido de que mientras medio mundo muere de hambre la otra mitad muere de hartura.
En estos momentos yo soy el ciudadano careado por todo lo que digo y mil barbaridades más que podría citar en una interminable retahila de desastres.
Sin embargo, este mismo yo, cuántas veces se siente un ciudadano feliz.
Este yo se siente un ciudadano feliz al pasear con la mujer una tarde tranquila.
Este mismo ciudadano cabreado se siente inmensamente feliz solo por contemplar una gota de rocío destellando como un diamante al sol de la mañana.
Se siente también muy feliz al leer un buen libro, al considerar el orden perfecto del Universo con los millones de galaxias, y cuando, de noche, se asoma al firmamento y ve las estrellas tililar, como gemas preciosas en el firmamento.
Yo me siento feliz, muy feliz, cuando me doy cuenta de cuanta bondad puede albergar el corazón dl hombre, como reflejo d la infinita bondad divina, cuándo veo hasta que punto ha habido en la historia legiones de hombres valientes esforzados hasta el heroísmo para luchar contra las plagas, las enfermedades y la miseria.
Y me hace feliz la familia, y la larga vida de matrimonio, a punto de llegar al medio siglo, y los amigos, y los gestos anónimos de generosidad que en verdad no reciben toda la publicidad que merecen.
Y me hace feliz la esperanza de la vida futura, que a 78 años no se puede demorar mucho, tan magistralmente expresada en estos versos de Fray Luís de León, sobretodo la esperanza de conocer todo aquello que en esta vida terrestre tiene el límite de nuestra pobre inteligencia.
Poema: ODA X – A FELIPE RUIZ
¿Cuándo será que pueda,
libre desta prisión volar al cielo,
Felipe, y en la rueda,
que huye más del suelo,
contemplar la verdad pura sin duelo?
Allí a mi vida junto,
en luz resplandeciente convertido,
veré distinto y junto
lo que es y lo que ha sido,
y su principio propio y ascondido.
Entonces veré cómo
la soberana mano echó el cimiento
tan a nivel y plomo,
dó estable y firme asiento
posee el pesadísimo elemento.
Veré las inmortales
columnas do la tierra está fundada;
las lindes y señales
con que a la mar hinchada
la Providencia tiene aprisionada;
por qué tiembla la tierra;
por qué las hondas mares se embravecen,
dó sale a mover guerra
el cierzo, y por qué crecen
las aguas del Océano y descrecen;
de dó manan las fuentes;
quién ceba y quién bastece de los ríos
las perpetuas corrientes;
de los helados fríos
veré las causas, y de los estíos;
las soberanas aguas
del aire en la región quién las sostiene;
de los rayos las fraguas,
dó los tesoros tiene
de nieve Dios, y el trueno dónde viene.
¿No ves cuando acontece
turbarse el aire todo en el verano?
El día se ennegrece,
sopla el gallego insano,
y sube hasta el cielo el polvo vano;
y entre las nubes mueve
su carro Dios, ligero y reluciente;
horrible son conmueve,
relumbra fuego ardiente,
treme la tierra, humíllase la gente;
la lluvia baña el techo;
invían largos ríos los collados;
su trabajo deshecho,
los campos anegados,
miran los labradores espantados.
Y de allí levantado,
veré los movimientos celestiales,
ansí el arrebatado
como los naturales,
las causas de los hados, las señales.
Quién rige las estrellas
veré, y quién las enciende con hermosas
y eficaces centellas;
por qué están las dos Osas
de bañarse en el mar siempre medrosas.
Veré este fuego eterno,
fuente de vida y luz, dó se mantiene;
y por qué en el invierno
tan presuroso viene,
quien en las noches largas se detiene.
Veré sin movimiento
en la más alta esfera las moradas
del gozo y del contento,
de oro y luz labradas,
de espíritus dichosos habitadas.
Y a través d todo lo dicho me doy cuenta d que el ciudadano cabreado y el ciudadano feliz reflejan, en nrealidad, dos momentos distindtos del mismo ser humano.